Las criptomonedas en la historia del dinero
Autor: Jorge Cano Moreno. Mención especial en el I Concurso Buenbit para Generadores de Contenido.
El origen
Hoy damos por sentado la existencia del dinero, pero de los miles de años que tiene la humanidad tan solo hace 2700 que utilizamos la moneda. Eso no quiere decir que antes, sociedades como la egipcia y la china, no hayan ensayado formas de moneda para facilitar el intercambio, pero esos intentos fracasaron dado que no supieron penetrar en las costumbres propias de esas sociedades.
También es cierto que el oro, la plata y el bronce, ya eran utilizados como resguardo de valor, pero esa utilización tan solo era reservada para las finanzas de las ciudades y de los imperios ya que representaban sumas gigantescas e inaccesibles para las personas. Entonces, ¿qué llevó a que en solo 200 años un tercio de la humanidad se viera envuelto en el fenómeno monetario que aún persiste hasta el día de hoy?
El historiador griego Heródoto cuenta que los lidios, un reino de Asia Menor, hoy Turquía, se adjudicaban haber inventado la moneda y la arqueología parece confirmar esa leyenda. En la antigüedad, si alguien quería el favor de un dios debía ofrecer algo a cambio: se sacrificaban animales, se entregaba comida o se dejaba oro, plata y otros metales. De este modo, los templos contaban con una gran cantidad de bienes y podían llegar a funcionar prácticamente como nuestros bancos: prestaban el oro y la plata (sobre todo a los gobernantes), administraban sus tierras para la agricultura y la ganadería y organizaban festivales religiosos, entre otras cosas.
En este contexto, los reyes de lidia (no se sabe si Giges o su hijo Aris) tuvieron la idea de unir tres inventos anteriores para hacer uno nuevo: al oro lo fraccionaron utilizando el sistema de pesos y medidas y le aplicaron un sello que aseguraba que la cantidad y la pureza de metal que tenía este nuevo elemento: la moneda. Con ellas, los reyes podían regularizar un sistema de pagos a sus trabajadores, lo que llevó a que rápidamente se genere un intercambio de estas monedas por bienes posibles de ser consumidos.
Una de las primera monedas acuñadas en la historia
De pronto, muchas personas tenían un bien intercambiable y que podía ser guardado y acumulado sin que perdiera su valor y, además, el estado aseguraba su cantidad y calidad. A partir de allí, la moneda fue utilizada por los comerciantes llevando este nuevo invento por casi toda Europa y el Cercano Oriente; en menos de 100 años todas las ciudades e imperios acuñaban sus propias monedas y sus fracciones correspondientes, tal y como sucede hasta hoy en día con la promesa de que su valor estaba garantizado.
Así, más allá de la moneda como invento, lo realmente importante fue su profunda adopción por parte de la gran mayoría de las sociedades antiguas al punto que hoy es impensable un mundo sin moneda. Y aunque no sea evidente todavía, esto está íntimamente ligado con las criptomonedas.
El segundo gran cambio
Luego del descubrimiento de América, España y toda Europa se vieron inundados de metales preciosos, lo que lejos de producir riqueza, generaron una gran crisis económica por la inflación de los precios. Tal era la cantidad de oro que se hacía prácticamente imposible hacerlo circular de manera segura y práctica por lo que, el Banco de Londres y el de Estocolmo idearon, casi simultáneamente, algo así como notas de créditos al portador con la promesa de que aquel que tuviese ese documento podía intercambiarlo por el equivalente en oro que se encontraba en sus reservas. Esta idea no era del todo nueva, sabemos que los emperadores chinos habían empleado un sistema similar, pero era tan complejo que no era accesible a toda la sociedad. Del mismo modo, los comerciantes europeos del renacimiento habían utilizado unas notas de crédito similares a nombre de los viajeros que querían movilizarse por el continente sin el riesgo de ser asaltados al transportar todas sus riquezas con ellos.
Primer papel moneda emitido por el Banco de Estocolmo. Fuente: Wikipedia.
En los hechos, esta decisión significó la aceptación del papel moneda dado que el respaldo estaba asegurado por los bancos que los emitían y cualquiera que lo tuviera en su poder podía reclamar su respectiva cantidad de oro. Tal fue su difusión que se empezó a utilizar por una gran cantidad de personas para adquirir bienes y servicios y, además, se crearon muchos de los instrumentos bancarios que conocemos hoy en día (encajes, bonos, créditos, intereses, etc.).
Así nacía uno de los elementos más importantes para cualquier moneda, su carácter fiduciario. O sea, la confianza que se tiene en que un billete realmente vale lo que dice que vale. En cierta medida, eso ya estaba implícito en las primeras monedas, en donde el sello de las ciudades aseguraba su contenido en metal. Sin embargo, ahora se agregaba un grado mayor en la confianza que se depositaba en la misma.
Una cuestión de fe
A pesar de los complejos instrumentos financieros que se crearon a partir de la consolidación de los bancos y la difusión del papel moneda, en cierta manera existía la ilusión de que los billetes podían ser intercambiados por oro, aunque prácticamente nadie lo realizaba.
Sin embargo, el siglo XX inauguró un cambio todavía más profundo en el dinero fiduciario: las Guerras Mundiales y la Crisis del 29 hicieron que se tuviera que abandonar el patrón oro para que la sociedad no se empobreciera aún más y para poder llevar a cabo la reconstrucción de una gran cantidad de territorios europeos. Así, en la conferencia de Bretton Woods se decidió que todos los países dejarían de tener su moneda respaldada en oro y que se adoptaría el dólar como medida mundial, aunque con la condición de que la Reserva Federal de Estado Unidos sería el responsable de tener el respaldo suficiente en este metal para dicha emisión monetaria.
Pero esta situación tampoco fue muy perdurable y en el año 1971 por los gastos de la Guerra de Vietnam, Nixon produjo el “Shock Económico” que significaba que el dólar ya no era intercambiable directamente por oro, sino que su respaldo estaba puesto en la economía norteamericana y en las leyes que le daban el valor a su moneda. Nacía así la moneda Fiat y por primera vez desde la creación del dinero, el oro dejaba de ser el respaldo de las monedas.
Aunque en términos históricos esta medida tiene un impacto transcendental, en los hechos, las personas siguieron utilizando la moneda emitida por los estados confiando en su valor. Ciertamente, es difícil que de golpe toda la humanidad decida rechazar un elemento que hace milenios forma parte de nuestra vida cotidiana y en la práctica su uso sigue siendo tan difundido como antes de la decisión de Nixon. Curiosamente, esta situación nos ayuda a entender mejor la existencia de las criptomonedas.
Devaluación progresiva del dólar estadounidense. Fuente: domandodeltoro.com
La gran revolución
Si tomamos una perspectiva histórica, las criptomonedas aún están en sus primeros pasos de existencia. Si bien su desarrollo ha sido vertiginoso, uno de los grandes problemas que tiene es que no termina por cumplir con las premisas que deben tener todo tipo de moneda: unidad de medida, medio de pago y reserva de valor. Es cierto: se pueden comprar bienes y servicios y ahorrar en criptomonedas, pero, seamos sinceros, su poca difusión y su alta volatilidad todavía hace que pensemos en ella en términos del dólar, y es que al estar en esta etapa inicial es difícil de comprender los complejos mecanismos que hay detrás y muchas veces ese es el problema que atenta contra su adopción.
Volvamos al reino de Lidia: no sabemos qué habrán sentido las primeras personas que recibieron un pedazo de oro como contraprestación, pero no creo que haya sido fácil aceptar que eso que tenían en sus manos podía ser intercambiable por otros bienes. De hecho, las primeras monedas no tenían ninguna marca estatal y ésta tuvo que ser agregada para brindarles seguridad. Además, las monedas estaban rompiendo, la manera tradicional del intercambio: el trueque.
Si pensamos todavía más, la moneda implica un grado de abstracción que hace que todos los bienes remitan a ella como medida de las transacciones, lo que implica un esfuerzo cognitivo que no se había realizado nunca de manera masiva en la historia de la humanidad. Por esta razón, no pocos historiadores y numismáticos relacionan la rápida dispersión de la moneda con el surgimiento de los primeros filósofos quienes habían nacido en las ciudades griegas de Asia Menor. Es decir, un invento necesita una sociedad preparada para recibirlo.
Sigamos: ya confiamos en el dinero, ya confiamos en los billetes y deberíamos preguntarles a nuestros padres y abuelos hasta qué punto les impactó el abandono definitivo del patrón oro, si es que lo registran en su memoria. Yo creo que más allá de algunos especialistas, nadie estuvo muy al tanto o, al menos, eso no cambió las condiciones de vida en las que nos movemos hasta el día de hoy. Y es algo importante, ahora el dinero no tenía ningún respaldo material.
Ahora bien, si tomamos al Bitcoin como el principio de las criptomonedas tenemos casi 3 mil años de historia contra 11. Pensemos los cambios que esto implica: por primera vez en la historia existen monedas que no son producidas por un ente en particular, sino por una comunidad mundial; por primera vez en la historia, hay una serie de monedas que no son tangibles y que —en la mayoría de los casos— sus respaldos tampoco lo son; por primera vez en la historia nadie puede controlar su precio; por primera vez en la historia nadie puede sacarte tus monedas y cuando uno escribe “por primera vez en la historia” tantas veces quiere decir que está ante algo revolucionario.
No es fácil que hago tan novedoso sea adaptado de la manera profunda que necesita para ser universalmente aceptado. Pensemos que estamos ante un cambio cultural que implica abandonar los parámetros económicos con los que millones de personas se manejan cotidianamente al punto de que puede llegar a ser contraintuitivo. Ante esto debe surgirnos la siguiente pregunta: ¿cómo hacemos para romper esas barreras que impiden el uso extensivo de las criptomonedas?
Como profesor solamente se me ocurre la educación como respuesta. Pero no es por una mirada romántica de mi profesión, sino que toda invención necesita una sociedad que la incorpore y si existieron los filósofos griegos y los maestros renacentistas, será hora de que aquellos que nos introducimos en este universo hagamos de puente para que el resto de las personas confíen en esta nueva forma de moneda. Sobre todo, porque la confianza no es solo cuestión de fe, sino de conocimiento, más aún cuando vivimos en la era de Internet en donde la información viaja a velocidades nunca experimentadas.
Es necesario explicar que el respaldo de las criptomonedas está en la energía invertida por cientos de mineros; que la Blockchain está construida entre muchos y no pertenece a nadie; que se puede tener una economía por fuera de los estados; que no hay magia sino ciencia; y que esta nueva forma de moneda puede ser un verdadero camino a la independencia financiera y a la responsabilidad individual porque este cambio, en lo profundo, es cultural.
De ahí, para adelante, se puede allanar el camino para que la difusión del uso de las criptomonedas encuentre menos resistencias.